Este órgano de Mathías de Rueda y Mañeru, miembro de una de las familias que dieron justa fama a la escuela de organeros de Lerín, es una joya muy especial, ya que no ha sufrido ninguna reforma respecto a lo que su autor proyectó y ejecutó en 1738. Curiosamente, su caja no tiene dorado, quizá por falta de presupuesto en su momento.
Este es un instrumento de sonoridad un tanto ácida en ciertos juegos, pero sin que ello sea algo molesto. Ello presta a cualquier pieza que se interprete un sabor muy especial. Si algo no se puede decir sobre este órgano es que sea anodino.
Hay que reseñar también que lo dicho en el párrafo anterior encaja muy bien con las originales características de la iglesia de Santa Engracia, cuya sacristía se encuentra justo debajo de toda una construcción de madera sobre la cual se ubica el presbiterio. El conjunto resulta armonioso e íntimo.
"Estampie" - Anónimo del "Robertsbridge Codex"
En esta pieza escrita en la época medieval suenan el flautado y la octava